En la pasada entrada a este blog se habló sobre la identidad en un sentido general y no específico. Hablé un poco de la manipulación y la creación de estereotipos.
Existen estereotipos de todo tipo (de momento solo trataré lo conductual en un sentido amplio): el colombiano es cocainómano, el musulmán es mujeriego e irrespetuoso, el argentino es chulesco y creído, el catalán es agarrado e independentista, el español es fascista o anti catalanista….
Etiquetas, nada más, y su utilidad es casi nula; aunque no negaré que en ocasiones nos ayuda a crear una visión general sobre una persona que no conocemos… luego con el tiempo te percatas (o quizás no) de que la imagen mental que te formaste acerca de esa persona era algo errónea.
Con esta entrada pretendo dar una opinión de algo que vengo observando durante años y que me causa cierta preocupación. Hoy voy a hablar del “hombre de la barra”.
El hombre de la barra es generalmente un hombre de mediana edad, que no suele bajar de los 30 ni supera los 60, al que le apasiona la bebida, y más concretamente la cerveza.
La marca da igual, ya que lo realmente importante es la temperatura y la tapa que le acompaña: chorizo, ensaladilla, boquerones… Además de la edad, otra característica del sujeto en cuestión es la forma ovalada de su vientre… Otra característica definitoria es que casi siempre tiene su paquete de tabaco encima de la barra, de marca ducados, pero del fuerte.
Pero bueno, en realidad nada de lo que he dicho aquí es ningún problema. Cada cual decide cómo gestiona el tiempo. El problema viene cuando las cervezas avanzan al sentido común, y ahora la que manda es la entrepierna. La inhibición, el deseo, los alardes con los amigos y lo desconocido forman en conjunto el escenario perfecto para una de las más penosas escenas que se pueden presenciar hoy en día, en la que se supone que es una sociedad moderna y evolucionada, ejemplifico:
Sábado por la tarde, David de 40 años, lleva una cerveza en su mano y, desde que le prohibieron fumar dentro del bar, un cigarro en la oreja listo para salir y ser encendido. Decide salir de la cueva y se encuentra con Alba, una joven rubia de ojos claros y pecas en la nariz que pasaba por ahí; parece tímida y eso les gusta porque la perciben como una presa fácil. Ella acaba de salir de la universidad y se dirige a casa a preparar los exámenes.
¿Alguien me quiere explicar que ha hecho de malo Alba para tener que aguantar los irrespetuosos comentarios subidos de tono de esos homínidos prehistóricos, cada vez que pasa por enfrente de ese bar?
En ocasiones dichos comentarios superan el límite entre un simple comentario y el acoso, y no es un secreto que se han dado casos de violaciones o asesinatos después de sentir un deseo intenso por poseer a su víctima.
Y, aun siendo conscientes de todo ello, no tomamos cartas en el asunto para PREVENIR estos comportamientos. ¿Cómo? Según mi opinión, educando correctamente a nuestros infantes, involucrando más a los padres y maestros de los centros educativos. No basta con enseñar los números o los colores, sino que es necesario que un grupo de especialistas realicen, con cierta periodicidad, trabajos de observación sobre el comportamiento de los niños.
Es evidente que si David con 3 o 4 años juega con sus compañeras a papás y a mamás y decide un día manosear a su compañera y lo convierte en costumbre, algo no marcha bien. También es cierto que puede formar parte de un proceso de conocimiento del mundo que nos rodea, pero justo por eso es necesario que alguien haga un seguimiento.
“Los niños aprenden de lo que ven”
Es probable que en su época infantil David viera como su padre se comportaba: se despertaba temprano todos los días a trabajar, y por la tarde se encerraba en el bar dejando de lado a su esposa que lo había acompañado durante su adolescencia y edad adulta por quedarse en el bar viendo pasar a jóvenes de gran trasero. Cuando David salía de la escuela y pasaba por delante del bar veía a su padre entre abrazos, manotazos y gritos (símbolo de aprecio…) y pensaba que su padre era un hombre importante.
¿Pues que os voy a contar ahora de David que no sepáis? Ahora tiene cirrosis y está en la cárcel por haber violado e intentando asesinar a Alba. Todo esto no es más que ficción.
Evidentemente, todos tenemos nuestros gustos y necesidades básicas y sería hipócrita no reconocerlo.
Pero de una atracción física y una mirada indiscreta, a un alarde de masculinidad y un cierto punto de acoso, hay mucho, muchísimo. Por eso considero necesario que empecemos cuánto antes a intentar cambiar lo preestablecido y buscar alternativas que se adapten al momento histórico que vivimos, porque si no lo hacemos es probable que no convivamos humanamente.