No siempre he sido de jugar. Todo hay que decirlo.
Por mucho tiempo creí en el amor infinito, único y monógamo. Tuve que hacer un esfuerzo descomunal para derribar muros morales más duros que una tonelada de metal y jugar al candy crush sin remordimientos después de que ella se fuera.
Aunque debo reconocer, aunque me duela profundamente en el alma, que me costó arduas lágrimas jugar a este juego que ahora me está devolviendo la vida que un tiempo creí perder. La sensibilidad de la mano de la racionalidad. Herencia sana de mamá y papá. Saber amar, sufrir, reír, llorar, y al final… volver a levantar y vuelta a empezar.
Porque si una cosa me está enseñando constantemente la vida es que es necesario avanzar después de estar jodido. Independientemente de lo rápido o lento que vaya, lo importante es no parar y si se hace, que sea para hacer algo. Respirar, reflexionar y tomar impulso para seguir.
En una navidad diferente decidí regir mi vida por una simple gráfica y una filosofía simple. Una gráfica en tiempo y en prosperidad. En la gráfica se perciben 2 escalas: Una logarítmica y una función lineal. Este aplett matemático muestra la lo que me estoy refiriendo.
- La lineal aparece de repente y sin avisar, cae en picado (lo he visto coincidir con épocas de caos).
- La logarítmica crece poco a poco (lo refiero a los momentos de prosperidad).
Jugar al Candy Crush está bien. De hecho, está estupendamente bien. La recompensa es lo que nos satisface y eso me gusta. El placer de avanzar un nivel más, de jugar y jugar sin compromiso. Pero también soy consciente de que la avaricia rompe el saco.

¿Y sabes qué? En otro tiempo la cagué bastante, queriendo o sin querer, y después de casi un año hibernando en mi mente, encontré lo que no buscaba: a ti. Claramente, sé que quiero que esto sume exponencialmente.
¿Pero sabes que también? Que mentiría si dijera que Candy Crush no ha sumado mucho fuera de ese dulce juego. No solo por el placer, sino por el soporte que ambos nos brindamos. Hablo de la amistad después de acabar. Pero siendo sincero, y sin adelantar acontecimientos, intuyo que esto no va a durar. No es un tiempo estable para ambos, ni moral ni económico. Es poco lo que de más nos podemos brindar.
Aun así, gracias por todo este tiempo de soporte, porque a pesar de no haber sido siempre solo de jugar, quiero agradecerte por esta nueva amistad, por la locura y el deseo, por los croissants de chocolate en el pipi can con Koda , por las risas de alta intensidad. Y por todo lo demás.
Por esto y por lo que viene, por los tatuajes que dirán que «respirar y reír van de la mano».
¿Jugamos más al Candy Crush?
¡Hasta la próxima!